martes, 11 de enero de 2011

"Preparando a los muertos" de Pilar Alberdi en Axxón, Nº 213



La revista Axxón de Argentina, con dirección de Eduardo J. Carletti, y más de 20 años publicando literatura fantástica, de terror y ciencia ficción, recoge en su Nº 213, mi relato de ciencia ficción Preparando a los muertos. Me acompaña el ilustrador Antonio José Manzanedo , quien me permitió trabajar una historia sobre lo que me inspiraba dicha imagen. La experiencia ha sido gratificante. Aunque el relato haya resultado fuerte, pero no más que lo que nos podemos encontrar en la vida.

Les dejo aquí el inicio del relato y a continuación del mismo el enlace para continuar leyendo.


Preparando a los muertos

Relato de Pilar Alberdi
Ilustración: Antonio José Manzanedo

Se sintió tranquilo cuando le dijeron que esa noche no debía acudir a preparar a los muertos. ¡Por fin una noche que podría salir con los amigos! Los encontraría en la Taberna del Oso Azul, disfrazados de gentes de otras épocas, beberían hasta ver caer las viejas jarras de cerámica extranjera y a continuación sus propias cabezas sobre ellas, y que no viniese el profesor Mercurio con sus ideas locas de que «lo que está ocurriendo afuera nos preocupa a todos». ¿A quién le interesa saber lo que está ocurriendo afuera? ¿Quién vive afuera? Ellos estaban bien ahí abajo. Como canicas en un hoyo, como hormigas en el hormiguero, como lombrices comiendo y excretando tierra, como babosas… Así vivían, con luz artificial, yendo de un lado a otro acompañando a las horadadoras, abriendo túneles y desapareciendo por ellos camino a otro lugar. Y también estaban todos esos androides llenos de barro y agua hasta la cabeza, y no menos sucios que sus propios capataces, recordándoles que fuera, en alguna parte, acaso en algún extraño edificio o viajando por el cosmos, estaban los robots Violent Cara Cobra, y que vendrían a por ellos y los harían papilla como no se comportasen y rindiesen en el trabajo.

—Dicen que a los últimos muertos los encontraron a orillas del Mar Violeta. ¿A quién le importa? Los anteriores los hallaron en Cabeza de Perro, esa montaña tosca y de piedras hurañas que cae al borde del gran precipicio.

—¿Allí donde estuvieron las antiguas ciudades?

—Sí, señor. Las inmundas y asquerosas ciudades. Así las llamaban al final… También las llamaron las solitarias ciudades, las peligrosas… Sí. Y ahora sólo están, bueno, para qué decirlo… Esas… copias.

—¿Copias?

—Copias, sí. Y mañana, ¿dónde las levantarán mañana? —El hombre dejó de preparar unas maderas con las que parecía querer dar forma a un cuadrado. A continuación se pasó el dorso de la mano por la sudorosa y oscura frente y luego se la limpió en el pantalón—. ¿De qué sirve preguntarse eso? Aquí, bajo tierra, todo es humedad y muerte. Como babosas, chico, que no somos más que babosas apestosas, resbalosas y frías. Al menos tan frías como los robots Violent Cara Cobra.

—¿Has visto uno alguna vez?

—¿Qué?

—Un Cara Cobra.

—No. El día que yo vea uno será porque… —Hizo el gesto de cortar el cuello. — Ya sabes. Puro metal y como te roce o levante su manaza sobre ti…

—¡Vaya! Entonces, ¿no has visto uno en toda tu vida?

—Ni creo que tú los veas. Pero si los ves, malo. Serán tus últimos instantes, seguro. —Luego dijo, como si estuviera solo. —Mira éste, queriendo ver un Cara Cobra… Lo último que uno querría ver en la vida, un Cara Cobra. —El chico lo miró inquieto. —¡Venga! A trabajar, muchacho… —El hombre tenía ante sí unos cuerpos. —Estos siempre tropiezan antes de llegar acá —se dijo, mirándoles los moretones y rasguños.

El joven evitó mirarlo a los ojos. Estaba acostumbrado a escuchar y callar. Llamar a eso «tropezar»… Sólo era un eufemismo.


ENLACE DIRECTO AL RESTO DEL CUENTO aquí .

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